martes, 18 de mayo de 2010

Una vida con patines

Desde que tengo memoria el patinaje fue mi vida. Cuando estaba en tercer grado, mi mamá me pregunto si quería seguir alguna actividad en las tardes, así me distraería. Ella sugirió ballet. Una mañana, mientras estábamos de paseo en el Centro Comercial Iñaquito, algo nos llamo la atención, una pista de patinaje. Mis ojos se abrieron sorprendidos de mirar la cantidad de niños que salían de aquel lugar.

Mi madre tomo mi mano y enseguida nos dirigimos a observar una serie de movimientos fantásticos. Quedamos fascinadas del patinaje, parecía un deporte tan vivo, tan lleno de pasión. Mi madre tomo una hoja de inscripciones y sin dudarlo le dije que yo quería aprender este deporte.

Ahí comenzó todo, una semana después yo me encontraba a la entrada de aquella pista. El lugar era perfecto, aunque se sentía un poco de frío. De pronto, escucho a mi profesora decir: “María Gracia Izquierdo, ¿Dónde estás?”, con un poco de vergüenza alce mi mano diciendo: “aquí profesora”. Los niños que estaban ahí me miraban de pies a cabeza, por un momento sentí que tenía algo pegado o que mi ropa no era la adecuada. Al instante vino Cecilia, mi profesora, con una sonrisa larga y amable me explicó cómo debía colocarme la vestimenta.

Unos patines blancos y cómodos, rellenos de algodón, así eran mis primeros patines, los cuales la Tía Tere me los obsequió. Patinar, era como estar en un lugar donde todo se trataba de mí, de sacar esa pasión dentro de mí y sentirme libre. La libertad que sentía dentro de esa pista me daba la fuerza para practicar cada vuelta…….

Mi familia comenzó a interesarse en mi nueva actividad, veían que mi desempeño en el colegio había mejorado. Mi padre parecía estar muy contento pues cada martes a las cuatro de la tarde, salía de su oficina para ir a verme patinar. Se sentaba siempre en el mismo lugar y cada cierto tiempo se levantaba y aplaudía contento de ver como lograba hacer mis vueltas.

Poco a poco, el patinaje se convirtió en mi vida. Era mi forma de expresarme, aprendí que podía desahogarme y sentirme contenta mientras me deslizaba en el hielo. Lo único que estaba en mi mente, era aprender más y así poder participar en la competencia de niños. Cecilia decía que para lograr entrar al campeonato debíamos practicar mucho y encontrar nuestro estilo. Yo aún no encontraba un estilo que me distinga, pero mi madre me ayudó. Ella dijo que la pasión que estaba en mi me daba una gracia única, que reflejaba al público la belleza pura de este deporte.

Así que ese fue mi estilo, la gracia y la pasión. Demostrar libertad al patinar y encantar al público con cada movimiento, cautivar su atención. Los días pasaron y mi profesora me dijo que yo iría al campeonato. Mi corazón ardió como nunca antes, estaba lista para esto. Ahora me encuentro en mi lugar ideal, en la pista de hielo, en donde descubro cada día que esto es mi vida. Me estoy preparando para competir, no sé si voy a ganar, pero estoy segura que voy a llegar hasta donde mis patines me lo permitan, porque esto es lo que me gusta, esto es mi vida.

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